Un empresario es aquel que vende un servicio o un producto a quien quiera y pueda comprarlo. Primero necesita financiación y segundo potenciales consumidores. Los trabajadores los contratará o los despedirá en función de la demanda del producto o servicio y repercutirá el coste en el precio. Es decir, la creación de empleo no se producirá mientras no exista actividad económica que requiera más mano de obra para atender la demanda. Es la necesidad y la calidad de un determinado producto el que lo mantendrá en el mercado y de ello dependerá el incremento o disminución de actividad de toda empresa. El coste laboral sólo afecta al mayor o menor beneficio empresarial, esto es de libro y de cajón.
Se engañan todos aquellos que piensen que con una simple reforma laboral, por muy profunda que sea, se pueda incidir en la recuperación económica. Son otros factores, como la necesidad de capitalización ( que los bancos den créditos y que los clientes paguen en efectivo o a corto plazo ).
Con los recientes recortes presupuestarios, con la tijera puesta en las inversiones públicas ( que genera actividad privada y liquidez para empresarios y empleados ), con la congelación salarial a pensionistas y por mimetismo su extensión a todos los sectores privados, con la sustracción de haberes a los funcionarios y empleados públicos, con el recorte y eliminación de ayudas sociales y otros tijeretazos el consumo se debe retraer por necesidad y con ello la actividad empresarial. Si a todo el mundo le da por ahorrar y no consumir, de seguro que a muchas más empresas les va a ser difícil vender una escoba. Ni siquiera pagando los empleados por trabajar conseguirá empresa alguna vender esa escoba si no se demanda por el consumidor (que también es trabajador).
La reforma laboral, por lo tanto, es una solución absurda e inútil. Sólo sirve para aquellos empresarios que tienen mentalidad de patrono y cuyos beneficios se basan en lo que puedan obtener de reducir costes laborales para poder competir. Por desgracia gran parte de esa actividad económica,cuyos beneficios se obtienen de explotar al operario o productor más que de ofrecer calidad, ha sido la tónica general en España.
Los empresarios españoles que ofrecen calidad en la gestión y en la producción, saben que la competencia desleal de los que hacen negocio con sus trabajadores incide negativamente en un mercado “desregulado” y no quieren competir en desventaja. Los que deben regularlo con las normativas legales pertinentes, las administraciones públicas, están en otros asuntos más “políticos”. Es lógico por ello que todas las organizaciones empresariales (CEOE y CEPYME) pidan convertirse en “patronos” para, sin necesidad de complicarse la vida, tener doble beneficio. Convirtiendo todos los empleos a precario en vez de apostar por una racionalización de métodos y tiempos, por una renovación tecnológica y una formación acorde a ello, lo que se puede esperar es la acentuación de la creación y destrucción rápida de empleos y empresas, típico de este país.
Tiene razón el Presidente de los EEUU, Barack Obama, al señalar que si todo el mundo se dedica a ahorrar y nadie a consumir – refiriéndose a la nueva fiebre europea – entraremos en depresión económica, mucho más grave que el actual estancamiento. La fiebre europea se debe a que tenemos una Unión Europea con mayoría de gobiernos de ideología neoliberal que detestan la intervención gubernamental y todo tipo de inversión o ayuda social por parte del Estado, que consideran despilfarro. En aras de una política común además de imponerse la tijera y el ahorro, por propia ideología, imponen sus condiciones al resto de los países de la Unión, amenazando con sancionar y retirar el acceso al crédito a los países que incumplan sus condiciones.
El gobierno español ha optado por asumir estos recortes y reformar el mercado laboral, condición impuesta sobre todo por Alemania y el FMI para seguir accediendo al crédito internacional, sin el cual la economía española quedaría asfixiada.
Visto el chantaje no queda más remedio que asumirlo de mal grado. El problema es que la reforma laboral decretada por el gobierno de Zapatero, aún sirviendo para tranquilizar a los mercados, no afecta para nada al crecimiento económico. Sólo estimulará para despedir a más gente aprovechando que sale barato y además pagando el Estado. Que nadie se crea los números de la memoria económica adjuntada por el gobierno para tramitar ese decreto ley de reforma laboral en el Congreso de los Diputados, es un trámite parlamentario exigido sin más.
El gobierno tendrá que tomarse en serio lo de financiar directamente a las empresas, regular la actividad bancaria y estudiar las necesidades estratégicas donde ahora huelga la iniciativa privada para aplicar inversiones, reactivando la economía vía acción estatal.
Seguir huyendo de la realidad y en su huida ir respondiendo según le aprieten, sea desde Europa o desde los medios de comunicación o desde la oposición, es muy mala política.
Le interesa al gobierno saber conjugar lo que le imponen desde el exterior (para tener liquidez), con unas políticas de control fiscal y financiero ( para obtener ingresos ), con la recuperación de políticas inversoras y de protección social ( para generar consumo y actividad). Va a ser muy importante si se quiere crecer económicamente, el colapso es la alternativa.
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