La militancia se ha movilizado, aunque sea de puertas para adentro. Es un ensayo que los despierta de cara a las verdaderas elecciones del próximo año. Si todas las instancias del partido apoyan al vencedor o vencedora a partir de mañana, si no le cambian la rueda como se le hizo a Josep Borrell en su día, hay posibilidades de un cambio real en Madrid.
En la Comunidad Valenciana no han entendido el verdadero valor de que se celebrasen unas elecciones internas, salvo en las principales capitales. Han preferido renunciar al soporte mediático, haciendo el ridículo además, en aras de asegurar una pretendida “unidad” en torno a un secretario general, Jorge Alarte, que no ha tenido las agallas suficientes de medirse ni siquiera como preparación al combate.
Si al principio el alcalde de Morella, Ximo Puig, parecía entrar en este juego que les hubiese garantizado unas espléndidas portadas en los medios de comunicación valencianos, también nacionales, la realidad es que ha mojado los calzoncillos antes de tiempo. Lo que podríamos llamar “abrazo de Vergara” entre los dos dirigentes , Puig renunciando a enfrentarse a Alarte para "no dividir" ,una vez asegurado el pasteleo de cargos, ha sido el timo de la estampita que poco ha durado. Dos telediarios.
Cuando todo parecía calmado para asegurarse cómodos escaños en la oposición y así no arriesgarse presentando proyectos que no se saben, a excepción de lo que caiga de Gürtel, les sale el ex-ministro Antonio Asunción como pretendiente. Pese a haber tenido pocas posibilidades y salirse de guión al no alcanzar los avales requeridos, era una posibilidad fabulosa de chupar cámara de cara al electorado valenciano, sobre todo para el propio Jorge Alarte, un auténtico desconocido fuera de los ámbitos del socialismo local. Aún está en pañales tras el tiempo transcurrido desde su elección. Es vox populi.
Los socialistas valencianos suelen ser especialistas en combatir al enemigo en casa y no tienen por costumbre utilizar esa misma fuerza donde deberían emplearla: ganando partidarios de puertas para fuera. Son más de restar y de mantener el statu quo que no le exija trabajo alguno. Fieles a las peleas familiares, desde las huestes de Alarte no se les ocurrió ni siquiera ceder algunos avales para ganar puntos ante el electorado, por si se les movía la silla.
Movilizaron todo el organigrama ejecutivo , de arriba a abajo, para señalar a Antoni Asunción como “infiltrado del PP”, recurriendo a la guarrada de escampar entre la militancia que Asunción había sido financiado como empresario desde alguna consellería y que estaba devolviendo el favor.
En todo caso, el verdadero “gobernante” de la Generalitat Valenciana, Ricardo Blasco, no es ningún estúpido como para regalar al PSPV-PSOE ni una miserable portada que abra los ojos. No necesita dividir a un partido que sólo despierta a sus bases dos días antes de cada elección, para luego volverse a dormir.
Gran error para quien tuvo tan brillante idea de asociarlo con Asunción. Solo cayeron en la trampa los Ni-Nis del partido: los que aspiran como mucho a tener plaza, la que sea, en alguna institución y Ni hacen Ni dejan hacer (la mayoría). Tampoco suelen pensar mucho. Y así van las cosas.
Hay excepciones, por supuesto, como el caso de Calabuig y Mata en la capital del Túria. Al menos están consiguiendo el objetivo de que la ciudadanía les recuerde. Y eso es mucho frente a Rita Barberá.
La comunicación, la prensa y la propaganda es tan importante como las propias acciones. El PP lo comprendió hace muchos años y en la práctica la propaganda es su principal activo. Y les cunde.
Suerte a los vencedores, sea quien sea la cara. La van a necesitar.
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