Jornada histórica, el miércoles pasado, en la que el Parlamento europeo bloqueó la propuesta de la Comisión (con el aval de los 27 gobiernos incluido el español) de elevar la jornada laboral máxima a 65 horas semanales. Lo que me preocupa es pensar que la entrada en el club europeo de los países del antiguo bloque mal llamado "comunista" suponga un retraso futuro para las libertades, los derechos y el bienestar social de la llamada antigua Europa.
Estos países ahora, para ser más modernos, tienen gobiernos "fascistoides" como el polaco, y ultraliberales como el checo. Sus ciudadanos no han conocido los avances sociales, por desgracia, que disfrutan los principales paises de la Unión y sus modelos de "semiesclavitud" al servicio de estados dictatoriales no han mejorado mucho en el terreno social.
Se supone que su ingreso en Europa, en el club, es para avanzar todos juntos. Si resulta que lo que conseguimos es atrasar los que hemos conseguido algún avance social, como el de las 40 horas semanales después de más de un siglo de luchas obreras con demasiado derramamiento de sangre, pues hemos hecho mal negocio.
Si como decía el ponente socialista español Alejandro Cercas de lo que se trata es de la "reconciliación de la vida familiar y social", trabajar para vivir y no al contrario, el objetivo no es dejar en manos de trabajador y empresario la "negociación" de las horas de trabajo, como se hace en Inglaterra (cuna del sindicalismo). Es cargarse de un plumazo legislaciones, convenios y sindicatos. Es volver al principio de los orígenes del capitalismo en el que el trabajador debía rendir como una máquina para que le resultase rentable al empresario. Y ya se sabe que el trabajador cuando tienen una hipoteca traga como un cosaco con lo que le echen, más aún si no hay nadie que le respalde.
Mal negocio hacemos con los laboristas ingleses, cuyos sindicatos (las famosas trade unions) ya fueron desposeidos de todo su poder en tiempos de Margaret Thatcher, pero mucho peor negocio lo hacemos si el avance europeo en lo social es a la baja con los nuevos socios "neoliberales" del antiguo bloque comunista. Es para llorar.
Estos países ahora, para ser más modernos, tienen gobiernos "fascistoides" como el polaco, y ultraliberales como el checo. Sus ciudadanos no han conocido los avances sociales, por desgracia, que disfrutan los principales paises de la Unión y sus modelos de "semiesclavitud" al servicio de estados dictatoriales no han mejorado mucho en el terreno social.
Se supone que su ingreso en Europa, en el club, es para avanzar todos juntos. Si resulta que lo que conseguimos es atrasar los que hemos conseguido algún avance social, como el de las 40 horas semanales después de más de un siglo de luchas obreras con demasiado derramamiento de sangre, pues hemos hecho mal negocio.
Si como decía el ponente socialista español Alejandro Cercas de lo que se trata es de la "reconciliación de la vida familiar y social", trabajar para vivir y no al contrario, el objetivo no es dejar en manos de trabajador y empresario la "negociación" de las horas de trabajo, como se hace en Inglaterra (cuna del sindicalismo). Es cargarse de un plumazo legislaciones, convenios y sindicatos. Es volver al principio de los orígenes del capitalismo en el que el trabajador debía rendir como una máquina para que le resultase rentable al empresario. Y ya se sabe que el trabajador cuando tienen una hipoteca traga como un cosaco con lo que le echen, más aún si no hay nadie que le respalde.
Mal negocio hacemos con los laboristas ingleses, cuyos sindicatos (las famosas trade unions) ya fueron desposeidos de todo su poder en tiempos de Margaret Thatcher, pero mucho peor negocio lo hacemos si el avance europeo en lo social es a la baja con los nuevos socios "neoliberales" del antiguo bloque comunista. Es para llorar.
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