19 junio 2010

SOCIALDEMOCRACIA NEOLIBERAL 2: HUELGA Y SINDICATOS


Lo que he visto de la reforma laboral me parece “descafeinado” para las pretensiones neoliberales de la patronal y del Partido Popular. Se supone que el texto del gobierno se endurecerá para sindicatos y trabajadores después de su pasada parlamentaria y será entonces el momento de analizar con más profundidad.

Sea como fuere los sindicatos no tienen más opción que llamar a la huelga general de un día, el 29 de septiembre. No solo está en juego el retroceso de los derechos laborales sino también la propia credibilidad y supervivencia de los sindicatos. Cuando venga la verdadera reforma, con el Partido Popular en el poder ya en ciclo de crecimiento económico, no existirá contrapeso sindical que evite un ajuste de caballo para todo el sistema de prestaciones sociales y, por supuesto, salariales.

Los ingresos de los trabajadores no deben computarse solamente por la nómina. Hay que añadir la asistencia sanitaria, la educación, las prestaciones por desempleo, el sistema de pensiones y otras ayudas sociales como becas, cheques escolares, cheques para bebés, ayudas para viviendas, etc. que son facilitadas tanto por el gobierno como por comunidades y ayuntamientos. Es lo que configura el Estado de Bienestar que el neoliberalismo, hoy en alza, quiere hacer desaparecer. Sin una oposición social vertebrada, sin un mínimo de fuerza sindical, todo el sistema caerá bajo los pies insaciables de los defensores del Estado reducido a mínimos o, en palabras de Ronald Reagan, “el problema es el Estado”.

España aún no ha conseguido los niveles de bienestar de los países de la zona Euro, mucho menos el nivel de los países escandinavos, como para permitirse entrar en una nueva “era a la americana”. Los salarios siguen siendo inferiores a la media europea, la de los 15. Todos estos ensayos “neoliberales” podrían ser soportables en países como Francia, Alemania o Inglaterra por algún tiempo. En España representaría un retroceso en el que las diferencias sociales serían muy pronunciadas.

Sería deseable que las medidas monetaristas del gobierno socialista de Zapatero, como mal menor, volviesen a enfocarse de nuevo en la inversión pública, allá donde no llegase la iniciativa privada, y en la protección de las clases menos pudientes, en el momento el país volviese a un crecimiento económico estable. Parece que ese sería el objetivo del actual gobierno español, siempre y cuando los gobiernos de Alemania y Francia, con el visto bueno del FMI, le dejen. El problema es que la ciudadanía no ha recibido explicaciones suficientemente comprensibles y pedagógicas: qué se va a hacer, porqué de esta forma y no de otra, cómo lo vamos a notar y cual es el objetivo, para qué se sigue este camino. La consecuencia lógica es que el ciudadano se sienta “traicionado” y, de rabia, por no desear el palazo del amigo se entregue al hachazo del enemigo. Uno puede doler pero el otro de seguro te deja mutilado. Zapatero y el PSOE no deberían dejar que el trabajo lo acabasen otros si de verdad se ven obligados a meter la tijera para garantizar el futuro del Estado del Bienestar. En caso contrario, si se consideran en fase "terminal" y no hacen un esfuerzo por ganar las elecciones, perderá la sociedad española y , sobre todo, cualquier alternativa futura que se presente con las siglas PSOE.

Los sindicatos no pueden fracasar en su lucha una vez puestos. No solo deben salvaguardar el nivel adquisitivo de los trabajadores sino que, además, están obligados a proteger su propio poder – la negociación colectiva es un factor básico así como la capacidad de movilización – para a su vez impedir el desmontaje, paulatino o de golpe, del sistema de bienestar social.

Una vez decididos los sindicatos a enfrentarse en esta lucha sin cuartel, que va más allá de una situación de crisis económica, su coordinación a nivel europeo es fundamental. Un día de huelga no resuelve nada en absoluto y merma la capacidad de presión y negociación. Es preciso sensibilizar a sus afiliados en la creación de “cajas de resistencia” que permitan la prolongación de la jornada de huelga general a varios días sin que ello implique “pérdida de salarios” por los descuentos legales pertinentes. A ello hay que añadir la convocatoria de huelgas sectoriales previas a la convocada huelga general para sensibilizar a todos los colectivos implicados.

Los funcionarios y trabajadores de las administraciones y empresas públicas, que son la principal base de afiliación sindical, son los que mejor pueden influir en el éxito o fracaso de cualquier convocatoria que arrastre a los sectores privados. Sencillamente porque no corren tanto peligro de ser despedidos o sancionados como los de esos mismos sectores privados. Es en este colectivo público donde las “cajas de resistencia” ( aportaciones extras a las cuotas para compensar los descuentos salariales durante períodos de huelga ) deben ser puestas en práctica de inmediato, así como en las grandes empresas.

Con seguridad los empresarios y los gobiernos central, autonómicos y municipales, pondrán el grito en el cielo y calcularán “pérdidas” millonarias sobre la base de “supuestas ganancias” que se hubiesen obtenido por causa de las huelgas. Ello es previsible, en realidad no les afecta en absoluto si el paro es generalizado. Es cuando se fracasa, por los agravios comparativos entre las empresas que abren y las que cierran, cuando de algún modo pueden justificar “pérdidas”. Pero de lo que se trata es de salvar todo un sistema, beneficioso para todo el conjunto de la población, que está sufriendo un ataque continuo y sin retroceso por parte de unos avispados pensadores, comunicadores, economistas y ejecutivos,muy bien pagados por empresas y corporaciones, que no quieren ver limitado su campo de acción por la intervención democrática de los gobiernos.

El sistema social que conocemos está en peligro y, aunque prometen refundaciones del capitalismo cada vez que ocurre una crisis, desde que surgieron hace más de 30 años los nuevos neoliberales y neoconservadores, su poder avanza inexorablemente de forma insaciable. Es la nueva religión de los ejecutivos que en cortos períodos de tiempo consiguen ganancias multimillonarias sin importarles las consecuencias de sus acciones. Son los mismos que han provocado esta crisis que padecemos y las anteriores, ofreciéndose a sí mismos como salvadores de lo que ellos cocinan con sus nuevas técnicas de ingeniería financiera. Es un juego de casino, pero en cada jugada, miles de empresas y de trabajadores sufren las consecuencias del “éxtasis” al que llegan cuando ganan.

Tenemos que verlo así, y no sólo como decisiones tomadas por los gobiernos de turno, muy influenciados – y también chantajeados – por el poder creciente de estos tiburones de la finanzas. Quebrar el poder sindical es uno de sus primeros objetivos, sabedores de su capacidad movilizadora que puede entorpecer sus movimientos especulativos. Por eso los sindicatos deben saber también defenderse y conocer dónde está el peligro real, que no proviene simplemente de unas “medidas” de reforma laboral. Y el ataque es generalizado y a gran escala.

Tema relacionado: SOCIALDEMOCRACIA NEOLIBERAL 1: REFORMA LABORAL

0 comentarios: