19 junio 2007

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El mal de la etiqueta lo venimos padeciendo desde hace algunos años, no es nuevo. Desde principios de la democracia y hasta los noventa ser comunista, centrista, anarquista o cualquier "ista" se llevaba incluso con orgullo. Luego el silencio, hasta bien poco.

En muchos pueblos de España declararse de un partido u otro está mal visto, aunque parezca mentira. Desde hace más de tres años oigo hablar en las tabernas sólo a los que se declaran populares, antes lo hacían los que se declaraban socialistas... o comunistas.Suelen elevar la voz. Los demás somos ahora del PSOE.

La diferencia, en la Comunidad Valenciana, es que los demás tenemos que hablar bajito y a escondidas, porque siempre hay alguien que escucha la COPE y está mejor informado que nosotros. Es de suponer que en el País Vasco pasa otro tanto con los que no son "batasunos", al margen de escoltas adjuntos.

Discrepar hoy significa que, si no le gusta lo que oye el contertulio, se es del otro bando. El matiz "independiente" y "opinión propia" siempre se contesta con "los tuyos", sois", hacéis".... "tu jefe".

Bendita democracia en la que los "grises" y el arco iris no existen. La simplificación del lenguaje, es decir, el lavado de cerebro al que hemos sido sometidos mientras estábamos ocupados en otras cosas obliga, entre otras cosas, a ser azul o rojo, blanco o negro, ateo o cristiano, terrorista o demócrata, malo o bueno...

No hay que extrañarse, es simplemente una redirección del voto. Cuando el voto no exista solo será cuestión de "concentrar" a los que tengan la estrella amarilla cosida en el pecho. Y el triángulo azul con una "S".

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