04 junio 2008

CRISIS QUIERE DECIR CAMBIO


No hay que tener miedo a decir las cosas por su nombre. Estamos en tiempos de cambios, en realidad siempre lo hemos estado. Puede ser correcta una desaceleración cuando hemos vivido aceleradamente, casi sin darnos tiempo a reflexionar. Hemos conocido una década de subidón económico sin precedentes en la historia de España, precedida por otra de necesaria reconversión de estructuras económicas y sociales, la era de Felipe González, y ahora estamos de bajón psicológico y emocional.

Al igual que pasa con el ex-presidente González, Zapatero será encumbrado a los altares, por los mismos que hoy lo demonizan, con el paso del tiempo, otro revolucionario lo hará bueno. Mientras tanto la plebe, que es la partidaria por posición económica y social del PSOE, seguirá esperando a que llegue su turno para recoger los frutos de las siempre incumplidas promesas.

Hasta hace unos meses la intocable banca, las privatizadas eléctricas y telefónicas, y las generosas constructoras, insultaban al personal con sus multimillonarios beneficios. Incluso el Estado estaba insolente con sus más de 20.000 millones de euros de superávit. ¿Qué ha pasado? Llegado el momento de repartir los beneficios entre la sociedad que hace millonarios a a los ejecutivos, los lobbis de la especulación económica, mediática y política decretan el fin de la bonanza económica, para unos crisis , para otros desaceleración.
Si, ya sabemos que el precio del petroleo está por las nubes y que nuestra piel de toro depende energéticamente del exterior, ya sabemos que la guerra de Bush, ese ex-alcohólico reconvertido por la secta creacionista, es el causante de la desgracia mundial que nos afecta a todos hasta en el desayuno -nuestros Kellog´s son triturados en el depósito de algún Cadillac made iu.es.ei y nuestros sesos absorbidos al mismo tiempo por Federico- , ya sabemos además que los precios y los intereses en la construcción estaban por encima del 20 por cien de sobrevaloración y que los precios de las cosas más básicas – la alimentación es una de ellas- suben como la espuma por efecto de los cárteles (reunión de amiguetes de diferentes sectores económicos) que nos imponen sus módicos precios porque la crisis económica no les permite ganar lo que ellos esperaban. Si, ya lo sabemos. Lo que no sabemos es por qué, siempre siempre, mande la derecha o la izquierda, al final los paganos, los que pagamos el pato, seamos siempre la plebe, los que curramos para que continúen siendo ricos los de siempre. ¿ No es mucha casualidad que cuando los trabajadores iban a recoger las migajas de los desbordantes beneficios empresariales y los jubilados y pensionistas su parte del botín de las arcas del Estado, se desplome todo a unos meses de las elecciones ?.

Ahora las empresas que han declarado beneficios hasta la saciedad, las constructoras principalmente, piden ayudas y subvenciones. ¿ Dónde están los beneficios, no deberían reinvertirlos de nuevo en sus propias empresas ?. ¿ Y las eléctricas y telefónicas, no deberían invertir en la modernización de sus servicios para compensar a los clientes de los sobrecostes de facturación que van a parar, en realidad, a manos de Pizarros y Zaplanas ?.
Y la Banca, como siempre intocable ¿ Por qué restringe la concesión de créditos ahora que los pisos están más baratos ?. El caso de las entidades bancarias, el Gran Hermano de la democracia, siempre ha sido una incógnita: los ciudadanos pagamos intereses por todo, hasta por no tener cuenta bancaria cuando vamos a cobrar el cheque. Los abusos, hasta en sus preferencias legales y judiciales a la hora de quedarse con el pisito que es la principal inversión en la vida de todo bicho viviente, son el precio que pagamos los españolitos de a pie por las generosas renegociaciones de intereses en la financiación de los partidos políticos.

Todo esto lo piensa y lo vive el ciudadano medio. Por eso, para él, todos los políticos son iguales, aunque no lo sean. Por eso hay que llamar a las cosas por su nombre, para distinguir y distinguirse.