Los militantes de izquierda se quedan con unos cuantos conceptos formulados como resumen en los idearios de los partidos y acatan como verdad “de izquierdas” lo que la prensa llamada “de izquierdas” publica. En realidad están aceptando, al igual que en la educación tradicional, unos “conocimientos” sin espíritu crítico y de forma maniquea: O es bueno o es malo, es correcto o es incorrecto, es verdad o es falso, según lo que diga “el pensador” de turno. Cuando el método de pensamiento que da origen al concepto de izquierdas actual se desconoce y que justamente rechaza este maniqueísmo, esta inmovilidad y esta forma de ver y juzgar las cosas, se adopta como natural una ideología, la de derechas, que no es propia. Aunque se disfrace con un lenguaje de izquierdas cuyo significado en realidad se desconoce, no es su ideología.
El marxismo, la palabra maldita, es el que proporciona el método filosófico de razonamiento y de actuación. Lo moderno es rechazar todo lo que “venga” del marxismo, cuando en realidad ya en origen fue prostituido por los primeros dirigentes que necesitaban un “catecismo” rápido para educar a las masas y manipularlas a fin de conseguir el poder e instalarse en él permanentemente -ellos por supuesto-. Eso no era lo que decía Marx y sin embargo es lo que ha quedado como marxismo: Sustituir una clase social violentamente, desorden, manipulación de masas, etc. Todo lo contrario a lo que es el marxismo en estado puro, que contempla su propia evolución y “reforma” de acuerdo con la propia evolución de la sociedad y de los adelantos tecnológicos y científicos.
Por eso los partidos de izquierdas utilizan el sobrenombre de socialdemócrata, para distanciarse de una filosofía que les da el origen y su razón de ser, debido principalmente a que se oculta el método filosófico a sus militantes (o ellos mismos no lo han practicado nunca), primero porque es una maquinaria poderosa para pensar libremente y de acuerdo con la evolución de las ciencias, base fundamental del pensamiento marxista, y después porque se evita el rechazo de amplias capas de la población que han sido educadas de forma tradicional, es decir, lo blanco es blanco y lo negro es negro sin matices. Es el clásico “Al pan, pan. Y al vino, vino”, sin posibilidad de ver el “movimiento permanente y continuo de las cosas y sus cambios” que obedecen a unas leyes naturales basadas y actualizadas de acuerdo con los nuevos conocimientos que se proveen con el transcurso de los tiempos. Esto último forma parte fundamental del pensamiento marxista y justamente es lo desconocido y lo sustituido por un pensamiento de derechas y religioso.
Cuando se escucha a alguien decir “todos los políticos son iguales”, “roba la derecha, roba la izquierda”, en realidad es porque tiene su base en el método de pensamiento tradicional que incluye la simplificación, por ser más cómoda y efectiva para transmitir ideas. La ignorancia, promovida y utilizada para diferenciar a unos de otros, juega un papel fundamental en esta lucha de ideas y quien cede pierde.
El fracaso de la izquierda, entendido como conjunto ideológico socialista, es desconocer su propio método de pensamiento y actuación para transformar la sociedad y que va muy ligado a todo aquello que tenga que ver con la ciencia y con sus adelantos. El idealismo (el filosófico, no el moral), cuya base es que todo procede del pensamiento y que este conforma lo material, es quien ha ganado la batalla. Por eso la izquierda actúa y obra adoptando costumbres y formas propias de la derecha sin darse cuenta de ello, nada les diferencia salvo las palabras y un sentido social, mas bien moral de “los primeros cristianos” que necesario y justo para proteger a la especie humana, de acuerdo con el medio (La Tierra) y las leyes de la naturaleza, las científicas que nos ayudan a evolucionar.
La confusión, y el origen de los males de la izquierda, viene en el diagnóstico que dieron el propio Marx y los principales pensadores marxistas sobre el sistema o régimen político que sus futuros seguidores deberían utilizar tanto para conseguir el poder como para utilizarlo en el cambio y tranformación de sus ideales de sociedad. Era un análisis fruto de una época, de unas sociedades diferentes y de unos conocimientos también diferentes a los actuales. El concepto de "dictadura del proletariado" quedó en dictadura porque era la forma más simple de decir que quien debía regir sus destinos era la mayoría: el proletariado. En realidad no se puede entender jamás el proletariado como singular sino como plural y así lo entendió la socialdemocracia alemana. La democracia social, por y para la sociedad pero con la participación de la sociedad, es lo que se debe corregir, añadir o clarificar del marxismo. Su método de análisis es válido tanto antes como ahora y con ese mismo método se llegan a conclusiones muy diferentes a las que se sacaron entonces.
Hoy la sociedad se ha forjado de la aproximación de los dos extremos: El capitalista y el comunista. Nuestra sociedad de consumidores y productores al mismo tiempo que propietarios, es lo más aproximado que se ha practicado con éxito para conseguir una sociedad más igualitaria y más justa en oportunidades, derechos y obligaciones. Perfeccionar esta sociedad, profundizar en los derechos colectivos y sobre todo en los individuales, base fundamental justamente de la colectividad, requiere conocer, aplicar y revisar un método: el materialismo dialectico.