10 marzo 2010

PECADOS DEL PSPV-PSOE, CON RENCOR

Cuando el PP valenciano quiere desviar fondos públicos de las partidas presupuestarias de la Generalitat, o de ayuntamientos como el de Valencia, bien sea para sobrecostes (supuesta excusa legal para beneficios extra tipo “Gürtel”) o para subvención a entidades privadas afines, sólo necesita decir durante una semana que el gobierno central les debe 600 millones, a la siguiente que son 900 y a la otra que son 1.500. Sin olvidarse de Catalunya como ogro devorador de recursos estatales.

El paso siguiente es identificar la negativa del gobierno central con un “antivalencianismo” permanente del gobierno Zapatero. Antes de que haya respuesta por la parte socialista, los populares ya han incrementado los “agravios” con nuevas exigencias, inventadas o reales, que hacen olvidar las anteriores. Lo que queda grabado a sangre y fuego en la mente del valenciano medio es que “Zapatero no quiere a los valencianos”. Por supuesto, los socialistas valencianos son identificados inmediatamente como “antivalencianos” y extranjeros que vienen ( aunque hayan nacido, vivan y trabajen en la Comunidad Valenciana) a “quitarnos lo nuestro y atacar nuestras costumbres”.

Es curioso que este mensaje cale tan profundamente en las clases trabajadora y media, antiguamente votantes socialistas, y que muchos de ellos sean inmigrantes o hijos de inmigrantes de otras regiones, con un nivel de “valencianía” más alto que el del propio valenciano autóctono por razones de integración. ¡Vamos!, que suelen ser más papistas que el Papa, aunque hablen castellano porque “estamos en España” y sólo hablen valenciano al entrar en el “casal” o lo lean en el “llibret" de la Falla. Amén de ser forofos del Valencia CF y de la paella, valenciana por supuesto.

La queja general que esgrimen los ahora anti-socialistas y los valencianeros de nuevo cuño, más que pro-peperos, es que en su día los socialistas “no les daban trabajo”, a ellos o a alguno de sus familiares. Pero el pecado capital más extendido, del que se acusa a los socialistas y  que se repite con más saña, no es otro que la prepotencia esgrimida durante años por alcaldes y concejales que actuaban como verdaderos caciques, que los han habido, otorgando o negando favores en función de sus propios deseos y creyendo que iban a estar para toda la vida. Muchos de esos cargos socialistas de bajo perfil, que en realidad nunca lo habían sido (socialistas) pero que hablaban y actuaban en nombre del PSOE, ya no figuran para nada en el Partido Socialista. Son los actuales militantes los que pagan los platos rotos y los desguisados de los que en verdad actuaron de esa forma, utilizando el cargo público conseguido al amparo de unas siglas donde, tras el "boom" de la transición a la democracia, se admitían afiliaciones en masa.

El pecado de los actuales socialistas es que no pueden defender la gestión, buena o mala, de los que la población ha asociado directamente con las palabras “corrupción” y “prepotencia”. Otro pecado, mucho más grave, es la “complicidad” de los socialistas honrados que miraron a otra parte, dejando hacer. La mayoría de estos últimos han figurado en casi todas las listas electorales, con lo que es inevitable la asociación negativa.

Con esos mimbres y aprovechando la crisis económica del 93 y las horas bajas del PSOE en España, los populares recibieron a los “agraviados” del socialismo con los brazos abiertos: les dieron una nueva identidad, les hicieron “contratos basura” (pero al fin y al cabo contratos) en sus empresas financiadas con fondos públicos, los hicieron socios tolerando corruptelas y les dieron cariño, recordándoles continuamente lo “malos” que fueron los socialistas con ellos. Con el tiempo, la propaganda política del PP ha convertido en agraviados y víctimas del PSOE , y sobre todo de Zapatero, a la mayoría de la población valenciana. El deporte más aplaudido es decir la burrada más gorda que puedan haberle hecho los socialistas a uno, y por descontado que pocos quieren quedar al margen de tamaña hazaña. Hoy son sus mejores propagandistas.

Con esta base social de desencantados, los populares son dueños de la calle. No hay nadie, socialista o progresista, que se atreva a defender sus propias ideas en público. Se arriesga uno a que le partan la cara tras ser acusado de “antivalenciano” o “socialista”, que es mucho más grave. Si a ello añadimos que los afiliados del PSPV-PSOE sólo se dedican a hacer política de salón, y únicamente en las instituciones o dentro de las sedes socialistas, sin atreverse a dar la cara públicamente por miedo a que se la partan, tenemos todas las cartas para afirmar que no existen. Y lo que no existe no aparece por ningún lado y tampoco se vota. No se negará que en el PP no existan buenos propagandistas y agitadores políticos sin complejos.

Por todo ello, y muchas más cosas que quiero olvidar por el momento, el Partido Popular en la Comunidad Valenciana campa a sus anchas con chulería y desparpajo. Con mucha más prepotencia que los socialistas lo pudieran hacer en su día y seguros de tener asegurado el cortijo para toda la vida. Irónicamente su valencianía consiste en despojar de unos derechos que se disfrutan en el resto de España a los propios valencianos, sólo porque vienen de Zapatero. Son los “de casa” que despachan en 24 horas a su secretario general tras una llamada de Madrid. Son los que invitan a un extranjero, Mariano Rajoy (anteriormente Aznar), españolista y centralista, a visitar “sus propias tierras” cual señorito al que rendir vasallaje para afirmar su valencianía fuera de toda duda. Pueden hacerlo porque el rencor de los agraviados que cambiaron de chaqueta, que fueron muchos, es inolvidable. Y no hay nadie que se atreva a hacerles cambiar de parecer.

Como los socialistas de Madrid no vienen en Fallas, ni siquiera para inaugurar las inversiones del gobierno central en otras fechas y a los de aquí sólo se les ve en los diarios, pocas veces en la televisión y nada en los lugares donde se reúnen los ciudadanos, pues no existen.

Ya sé que es duro que paguen justos por pecadores, pero algo cambiaría si los socialistas de hoy se atreviesen a salir de sus madrigueras para defenderse y defender, cara a cara y todos los días, los intereses de los que aún siguen votando PSPV-PSOE.



Pd: Podría haber escrito sobre otros temas más de actualidad y menos "filosófico" que éste, tan repetitivo, pero allá donde voy me encuentro con las mismas canciones. Para mi desgracia es la misma letra y música desde hace años y no cambia por mucho que batalle por cambiarla, más en la calle y en algunas sedes socialistas que en mi blog. Además, para opinar sobre otras cosas más interesantes ya están los colegas relacionados en mi blogroll, que lo hacen mucho mejor, con más datos y que están más al día. Mi estado de ánimo no está para bollos y menos en esta mi tierra desde generaciones. Espero que el cercano a mi causa no llore mucho y sea comprensivo conmigo. Del "enemigo" sólo espero un ataque de risa, suelen pasárselo muy bien y a lo grande.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

A mí me entristece, qué quieres que te diga, que las "apetencias" electorales de la ciudadanía se rijan por esos parámetros, a saber: qué prepotentes son estos/as; a mí no me han dado trabajo; qué simpática es la alcaldesa y qué sieso presenta la oposición; qué traje tan majo viste el President y qué saco de algarrobas el candidato opositor; vienen de Cataluñna a quitarme la paella y otras estupideces de similar enjundia. Yo creo que el problema no es de la clase (o casta) política sino de la ciudadanía, porque debería otorgar su confianza en base a otros parámetros, digamos "democráticos" como, por ejemplo: el programa político; la ideología personal; las propuestas de cambio socio-económico que subyacen a cada propuesta política; la ideología o ideologías a que representan los partidos políticos ¿Mucho pedir? Tal vez sí.